Matar a un Ruiseñor: Una adaptación magistral de una novel soberbia
¿Aún no sabes por qué es un pecado matar a un ruiseñor?
"Atticus Finch no hacía nada que pudiera despertar la admiración de nadie: no cazaba, no jugaba al póker, no pescaba, no bebía, no fumaba... Se sentaba y leía. (...) Cuando nos dio nuestros rifles de aire, Atticus no nos enseñó a disparar. Fue el tío Jack quien nos instruyó en sus principios, dijo que Atticus no estaba interesado en armas. Atticus le dijo a Jem un día, -Prefiero que disparen a las latas vacías en el patio trasero, pero se que ustedes van tras los pájaros. Dispara a todos los pájaros azules que quieras, si es que les puedes acertar, pero recuerda que es un pecado matar un ruiseñor-. Ese fue el único momento que escuché a Atticus decir que era un pecado hacer algo, y le pregunté a la señorita Maudie al respecto. -Tu padre tiene razón-, me dijo ella. Los ruiseñores no hacen otra cosa que crear música para que la disfrutemos. No se comen los jardines de la gente, no hacen nidos en los graneros, no hacen otra cosa que cantar su corazón para nosotros. Es por eso que es un pecado matar a un ruiseñor”
Señores, señoras…esto es cine
Adaptar una novela al cine nunca es sencillo, y más si estamos hablando de una obra maravillosamente escrita por Harper Lee, pero visto el resultado final lo único que podemos hacer es aplaudir. Una joya cinematográfica que, a pesar de tener más de 40 años, sigue brillando como desde el primer día. Matar a un ruiseñor es un excelente modelo de adaptación literaria que, a través de una sobria dirección y una más que excelente actuación, sabe efectuar con rigor y sin paternalismos hipócritas una reflexión sobre una realidad social claustrofóbica y excluyente.
Durante la depresión de los años 30, en una pequeña y profunda ciudad sureña de Estados Unidos, un hombre negro es falsamente acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el resultado del juicio es tan previsible que ningún abogado movería un dedo para evitarlo...excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva defensa le costará muchas amistades pero le otorgará el respeto y la admiración de sus dos hijos pequeños, huérfanos de madre. A través de las ávidas y curiosas miradas de los hijos de Atticus, se nos muestra la intolerancia social, el odio y los prejuicios de la población sureña hacia la comunidad negra.
Una interpretación memorable
Parece que el mismo personaje se haya inspirado en el actor, pues Gregory Peck se enfunda en un traje de honorable abogado que pace estar hecho para él. La mayor parte del éxito y la genialidad del film recae sobre los hombros de la figura del insigne Atticus Finch, magníficamente interpretado por Peck (quien se llevó el oscar a la mejor interpretación masculina); la película supone una inyección de humanidad a base de las lecciones de moralidad que un padre da a sus hijos. De hecho, el personaje de Atticus Finch se ha convertido en uno de los referentes morales de la cultura americana. Media humanidad se ha soñado, y seguirá soñándose, dentro de la piel de ese hombre apacible en su lucha callada contra el dolor y la injusticia.
La lucha de Atticus Finch por defender lo indefendible es una de las imágenes más seductoras y vivas que se ha hecho de la esperanza; Quería que vieras lo que es realmente el valor, en lugar de tener la idea de que el valor es un hombre con un arma en su mano. El verdadero valor es cuando sabes que tienes todas las de perder, pero emprendes la acción y la llevas a cabo a pesar de todo. Raramente ganas, pero algunas veces lo logras.
Ni en dos ni en tres, en una palabra, sublime.
La historia supone una conmovedora aproximación al mundo de la infancia, a través de cuyos ojos, percibimos su descubrimiento del mundo y su forja como seres humanos comprometidos y responsables. Es por eso que el papel que juegan los niños en la historia también es fundamental. Los niños encarnan perfectamente a sus personajes y lo hacen con una naturalidad y una profesionalidad asombrosa. La niña Scout Finch, transmite una ternura sin igual, es la inocencia personificada.
Una dirección asombrosa
Robert Muligan pareció estar tocado con una varita mágica cuando dirigió Matar a un ruiseñor. Todo en su sitio. Sin caer en la tentación del dramatismo de los disturbios y los odios raciales. “El gran peligro de convertir la novela Matar a un Ruiseñor en una película consiste en la fuerte tentación que tiene el director de lanzarse a las arenas movedizas del debate sobre integración/segregación racial. No es un panfleto par un mitin, hablamos de intolerancia, falta de comprensión y rigidez de los parámetros sociales en una pequeña ciudad del Sur”. Las palabras Mulligan, el propio director, resumen a la perfección la esencia del film.
Una fotografía insuperable
Este gran clásico recrea una atmósfera muy difícil de conseguir pero Matar a un ruiseñor tiene una fuerza visual deslumbrante, y eso que está filmada en blanco y negro. La película es un regalo, una sucesión de imágenes que se te quedan grabadas en la retina por su perfección. La imagen en la que en los juzgados toda la comunidad negra se alza en pie al paso de Finch, aún me pone el pelo de punta.
En fin, hablar mal de una película como esta sería algo así como matar a un ruiseñor. Un clásico del cine del que no había tenido el honor de disfrutar pero que estoy segura nunca olvidaré. Recomendable al trescientos por cien, especialmente para todos aquellos que alguna vez creímos que nuestro padre era Dios.
Pero es que Atticus Finch, es Dios.
Yo de mayor quiero ser Atticus Finch.
PDTA. Estos son los puntos de reflexión que se trataron en la clase de “Imatges de Dret al Cinema”: justicia y comunidad, códigos de conducta, la relación entre derecho y raza.
Os dejo con algún video...
(ojo! es la escena final)
(trailer de la película)
(diferentes fragmentos de la película)
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