Por dónde comenzar, veamos. Desde que era chica he estado vinculada al flamenco, ya sea por mis raíces sureñas, por tradición familiar, por propia vocación o vete tú a saber porqué. Y siempre que pienso en flamenco recuerdo los jolgorios granaínos; vas a una fiesta informal en Granada y los asistentes están haciendo compás y cantando y bailando a los dos minutos de haber llegado, sin miramientos, entusiasmados. Rafael Amargo me recuerda esos momentos; de baile puro, de pasión desmedida, de alboroto con encanto. Y aunque me recuerda a ese caos desordenado sé que, nada más lejos de lo contrario, lo tiene todo más que estudiado hasta el punto de ir sorprendiendo encima del escenario con cada actuación.
Amargo es profesional y exigente, como el que más, pero pasional y cercano; y así lo demuestra cada vez que salta del escenario y baila por los pasillos, al lado del público clamoroso, recibiendo el calor que emiten las palmas admiradoras. Tiene clase y quizá peca de ofrecer una imagen a veces altiva, propia de los artistas que se saben buenos. Sea como sea la sensibilidad y la pasión están ahí, como un aura invisible. Amargo no tiene duende, él es el duende, lleno de autenticidad y de sensibilidad flamenca: no depende de las cansinas combinaciones percusivas de los pies para demostrar su soltura con el compás, se mueve con la gracia de los mejores bailaores de los patios de vecino y, siguiendo la línea clásica de Gades, hace alarde de un nivel técnico altísimo que lo convierte en algo más que un simple bailaor. Lo convierte en un artista, un artista que logra fusionar en una mezcla casi imposible, la pasión, la fuerza y la pureza del flamenco con la sofisticación, la habilidad y la clase de la danza más técnica. Esto es lo que más me gusta de él, su relevancia mediática, su forma de bailar, ecléctica y rompedora, que hace que más de un purista flamenco se tire de los pelos. A mi entender Rafael Amargo no es un bailaor, sino un bailarín.
Es arriesgado en su trabajo y eso siempre es de admirar. Creo que la creatividad es su gran aliado y su enemigo a la vez. Le sobran las ideas y, como un niño chico, te viene corriendo con las manos llenas gritando “¡mira!” y traslada lo que se le pasa por la cabeza al tablao, y siempre acierta. Lo mismo le da por ser un transeúnte neoyorquino que un donquijote cibernético. Sus espectáculos mezclan flamenco y contemporáneo y se apoyan siempre en avances técnicos y digitales que exprimen una esencia vanguardista que sabe bien, muy bien. Pero es también este antojo de creatividad, este idear suyo a veces desmedido, el que llega a rezumar y a eclipsarlo. Ya tenía ganas yo de verlo desprovisto del circo y la espectacularidad de la que se rodea para así poder saborear su extraordinario talento: y así lo vemos en “Tiempo muerto”, su último trabajo.
Él mismo ha reconocido que se trata de un paréntesis en su carrera artística, un retorno al bailar más esencial y genuino. Con “Tiempo muerto” el coreógrafo celebra el décimo aniversario de su compañía. Desde que hace siete años comenzara a despuntar con su creación “La garra y el ángel” su carrera ha ido subiendo como la espuma y se ha hecho con un público exigente pero incondicional, fiel. Su “Poeta en Nueva York” acabó afianzando su talento, reafirmado de nuevo con “Enramblao” o “DQ Pasajero en tránsito”. Pero Amargo ha decidido marcarse un flasback y, como ya planteara en su segundo espectáculo “Amargo”, vuelve a atrás para seguir adelante en su mundo flamenco y abrir las puertas a una nueva etapa de su evolución artística. La Semana Santa, el luto, la tragedia jonda marca el inicio de ‘Tiempo muerto’. María La Coneja ilumina el escenario con un cirio mientras la compañía va tomando sitio a ritmo de saeta. Las bailaoras encapuchadas y misteriosamente vestidas preceden a la inquietante salida al escenario de un místico Amargo. Tras este sobrecogedor arranque se va abriendo paso la luz y el color. Ellas se funden una y otra vez con Amargo en una serie de variadas coreografías. En ‘Tiempo muerto’ el granadino baila palos tan variados como el martinete, los tangos, la soleá, el abandolao o fandango de Granada, e incluso se atreve con un homenaje especial a Lola Flores bailando, junto a su compañía, una zambra. La música, interpretada por la habitual plantilla de músicos de la compañía del granadino, ampliada para este espectáculo con cuerdas, madera, bajo, sintetizador y piano, hasta conformar una presencia de once músicos en directo.
Y que más deciros. Que me encanta y que cada vez que lo veo sobre el escenario no puedo evitar que se me pongan los pelos de punta y me contagie de sus ganas, su pasión y salga del teatro intentando, en vano, hacer resonar la suela de mis zapatillas deportivas.
Rafael Amargo. Tiempo Muerto (el videoclip del espectáculo. El minuto 2:50 me pone los pelos de punta)
http://www.youtube.com/watch?v=xW86atCuafQ
Rafael Amargo. Actuación en OT (Realmente impresionante: una de las veces que más pasión le he visto poner en el escenario)
http://www.youtube.com/watch?v=oDh4FRAFquE
Rafael Amargo. Celebración Womens together (Dios! ¿Cómo se puede bailar así, sobre un escalón minúsculo de apenas diez centímetros?)
http://www.youtube.com/watch?v=fozq29S_kPg&feature=related
Rafael Amargo. Enramblao (una muestra de cómo incorpora el contemporáneo)
http://www.youtube.com/watch?v=sxkZ_qmecZk
Rafael Amargo. Pasajero en New York (el espectáculo que más reconocimiento le otorgó. No es una actuación en sí, es una especie de videoclip)
http://www.youtube.com/watch?v=yjNsJ42xu8g&feature=related
Rafael Amargo. El amor brujo (por ser la primera actuación suya que vi)http://www.youtube.com/watch?v=-3DXIeZl9Nc&feature=related