martes, marzo 11, 2008

Cicle d'imatges de dret al cinema II

El Dulce Porvenir



Y siguiendo con el del ciclo organizado por la Facultad de derecho de la UAB, “Imatges de Dret al cinema” del que ya os hablaba en la anterior entrada, me gustaría hablaros ahora de “El dulce porvenir”, de Atom Egoyan. Si el argumento de “The musical Box” ya logró emocionarme, la trama de “El Dulce Porvenir” del cineasta canadiense Atom Egoyan me ha conmovido. Una película que me ha encantado y que os recomiendo que veáis desde ya!


Basada en una novela de Russell Banks, Egoyan desarrolla un profundo ensayo sobre la vida y la muerte, revisando el dolor de la pérdida con melancólica narrativa. La tragedia sacude a los habitantes de un pequeño pueblo canadiense cuando el autobús escolar sufre un accidente en el que mueren todos los niños del pueblo. Meses después, un abogado llamado Mitchell Stevens llega al pueblo siguiendo la estela de la tragedia y ejerciendo de lo que se conoce en derecho como “abogado ambulancia”; ese abogado sin escrúpulos dispuesto a aprovecharse del sufrimiento y desdicha de los demás para sacar tajada de ello. Egoyan logra un magistral retrato de la desolación, el dolor y el abismo que invaden a los habitantes del pueblo afectados por la brutal irrupción de la más dolorosa de las tragedias. La llegada del abogado será el detonante para que los padres de los niños comiencen a cuestionar sus errores, para que se descubran los trapos sucios y para que se pongan en tela de juicio los valores morales más básicos. La película consigue dar al espectador una espléndida lección moral sobre justicia, sinceridad y dolor.


Gran guión, gran narración, excelente interpretación, magnífica fotografía y acompañamiento musical. Pero lo que más llama la atención de la película es la original, pero sublime, forma de narrar la historia. Atom Egoyan no presenta su relato de manera convencional: traza un paralelo con el cuento del flautista de Hamelin, por lo tanto hay que saber entre líneas el discurso del director, quien no utiliza una narración sencilla, sino que utiliza el recurso de dejar que el espectador sea quien adopte una actitud activa y vaya atando cabos para descifrar el contenido más profundo del mensaje implícito. La figura del flautista de Hamelin la encontramos encarnada en diferentes personajes; el abogado sin escrúpulos que se aprovecha de la tragedia o el padre de la única superviviente al accidente, que recibe una admirable lección moral de la mano de la hija de la que ha abusado sexualmente. Cabe destacar el papel primordial que juega ésta, Nicole, que se acopla perfectamente al personaje del niño lisiado del cuento. Un montaje complejo que narra historias complejas. De ahí el único handicab de esta peculiar narración; quizás el exceso de flashbacks y el confuso ritmo no lineal del filme acaban por lastrar el resultado final y nos brinde una trama demasiado compleja.


Soledad, ira, tristeza, miseria, culpa y mentira envuelven la atmósfera de la película, que en ningún caso tiene nada de dulce, tal y como reza su título; más bien se trata de un cúmulo de amargas situaciones que acaban acechando a los personajes y los llevan hasta el límite de su sufrimiento. La película es implacable, dolorosa, áspera y profundísima. Pero a pesar de tener tintes de extremo dramatismo, el film no deviene en un llanto permanente ni cae en los recursos tópicos de manual que solerían emplearse en una película con tal trama. Es precisamente esa pizca de emoción la que se echa en falta: el filme conmueve en justa medida. Atom Egoyan nos hace reflexionar sobre un tema, evitando la dramatización aún a riesgo de no emocionar al espectador. Hay belleza en ocasiones, sentimientos de dolor y tristeza en todo momento, una magnífica interpretación del elenco protagonista, un ritmo que irradia un lirismo destacable y un excelente empleo de la imagen y la narración para evocar lo que se quiere contar; pero al final, ni nudo en la garganta, ni manos agarrotadas, ni lagrimita. Ganas de pensar y reflexionar, que está muy bien, pero emocionarse…emocionarse es aún mejor.


En resumen y, en palabras el propio director, la película cuenta una historia sobre como curar las profundas heridas del alma y las decisiones que deberán tomarse para sanarlas. En fin, me costó adaptarme al estilo narrativo de Egoyan, pero sí pude vislumbrar un gran trabajo discursivo del director, con una metodología muy propia donde subyacen muchos conceptos detrás de cada plano, de cada escena, en cada fotograma. Una película que no es sencilla para sacar conclusiones pero con la que pasa uno un buen rato reflexionando sobre los reveses de la vida y la capacidad de recuperación. Vale la pena para quienes acepten el desafío de conjeturar sobre esta lección moral al ser humano.
Ya por último me gustaría que, si tenéis ocasión de ver la película, os paréis a reflexionar sobre el dulce porvenir de los niños del pueblo. Sobre el dulce porvenir de Nicole, la única superviviente. Y sobre el dulce porvenir que alcanzan, finalmente, los habitantes del pueblo.


Dulce Porvenir, ahí queda eso.




PDTA. Ficha técnica de la película
Título: El dulce porvenir
T.Original: The Sweet Hereafter
Director: Atom Egoyan
País: Canadá
Año: 1997
Durada: 112 minutos


Videos recomendados:


Trailer de la película
http://www.youtube.com/watch?v=LW6salyFF6o
“Courage”: tema principal del filme (con imágenes de la peli)
http://www.youtube.com/watch?v=N1c7uC3u8G4
Momento en el que Nicole castiga al flautista
http://www.youtube.com/watch?v=Iu0QDIjtaoM&feature=related
El Dulce porvenir del pueblo
http://www.youtube.com/watch?v=xq6zC6AJgzc&feature=related

1 comentario:

dameunadecuarto dijo...

Yolanda ¿con lo cinematográfico que soy yo y no me has comentado esto de las películas estas? ya te vale, cuando te vea me informas a ver de qué va el rollo este por si me animo. Y anda que me lees tu a mí eh, que te he comentado en todas las entradas que no te había leído. un beso.